Escribe: Carlos Tomás Temoche Varías.
Espectador cualificado, erudito profesional de la crítica - a pesar de sus notables pergaminos - mostraba con sencillez una enciclopédica cultura.
Lo conocí, primero, leyendo sus artículos en la revista "caretas", sus apreciaciones sobre arte me demostraban que no parecía autodidacta.
Nunca fue un crítico complaciente con nadie, fueron duras y ásperas sus apreciaciones sobre nuestros primeros montajes, pero con "los dos ratones", fue gratificante escucharlo:
"ya ves como se pueden hacer diferentes las cosas". Igual pasó con "el gran circo perejil" : "te pareces al chavo", cuando me vio encarnando al niño "Juanito" peleándose siempre con la "niña gorda" : Silvia Núñez. "es un montaje espectácular y la partitura se construye a partir del vestuario". Bruno Ortíz era el director invitado en estos dos montajes de Yawar.
Siempre admiré su presupuesto bibliográfico, estábamos al tanto de su último neologismo teatral: "no hay precisión en su expresionismo barroco, pues no están resueltas las codificaciones corpóreas", "no, Tomás, son variaciones sobre el mismo tema", lo escuchaba y mis esquemas aterrizaban.
Crítico creador, nunca apeló a reduccionismos, siempre averiguaba los contextos, las atmósferas que rodeaban un montaje. Tenía mucho rigor en sus apreciaciones.
A veces, me invitaba un café y conversábamos sobre el teatro del interior y sus dificultades. Le preocupaba la desaparición del actor múltiple y la aparición del actor suelto en el mercado, que debilitaba la presencia del grupo como célula teatral. El actor nómade que a lo Penélope espera que lo llamen a un montaje, terminaba el mismo y vuelve a esperar que otro director lo convoque. ¿ y que fue del grupo como ente corporativo, autogestionario y cooperativo ?
Miraba displicentemente más allá del efímero aplauso. Del Alcazar calificaba el teatro como memoria de nuestro tiempo y nunca aceptó estar dentro del público, por eso militaba y acompañaba las jornadas teatrales. Hoy sin su presencia, se hace más difícil lograr un movimiento grande, fuerte y respetable.
Yo para fastidiarlo le decía en broma: " eres el oráculo del teatro ", " te pareces a Homero de los Simpsons ". Andaba - un tiempo - con los pelos en punta y su risa de burrito inteligente. A veces, aparecía en pantalón corto: " ¿ te vas a una sesión de crítica o a la playa, Huguito ? ".
Más lo escuchábamos en vivo, en directo y en close up : " Tomás, sólo hay teatro malo o bueno, sea popular o académico ". Asimismo, yo creo que hay críticos de esta naturaleza: aficionados, destructivos, que sólo vemos en las salas con el mentón alzado, pestañeando violentamente y tirando pataditas al suelo cuando algo no les gusta. Y otros que sólo quieren ver lo que les gusta. Hugo veía todo, estaba a nuestro lado y corría riesgos con nosotros.
Esto pasó en una sesión de la directiva del motin lima cuando irrumpieron unos individuos de los fracasados grupos alzados en armas: " ustedes deben pronunciarse sobre estos teatristas muertos, el pueblo está peleando en las calles cuerpo a cuerpo ( ¿? ) y ¿ ustedes qué hacen ?. Claro, como no son sus muertos, ¿queremos saber la posición política de ustedes? ". Hugo les contestó: " ¿quieren saber nuestra posición política?, pues vean los trescientos montajes de los grupos del movimiento teatral. Cada uno tiene la libertad de decir lo que piensa; no estamos parametrados diciendo en coro lo mismo, eso es castrar la naturaleza del arte ". Bueno, la intervención fue larga y contundente para quienes sólo han leído " el foro de yenán " de MaoTse Tung. Y se fueron con la cabeza gacha sin poder articular respuestas ante sus sólidos argumentos.
Asumía riesgos con nosotros, pero nuestra convivencia era una especie de unidad y lucha de contrarios en la triada dialéctica. Cuando nos criticaba allí nos dejaba solos y ¡ agárrate catalina ¡ : " no busquen disculpas, que son pobrecitos y tienen que sobrevivir . El rigor hay que exigirlo a todos por igual, cada cual tiene la crítica que se merece”.
La crítica pues no fue vista desde afuera distanciadamente, por eso conocía a todos : " oye Tomás, ¿ y cómo está el Juan Vilca Vilca de puno ? ¿ y Edgar Pérez de tacna ?. Ese gordo es lapidario ", y reía a caquinos.
Su crítica no estaba exenta de una expresión ideológica, Hugo se lamentaba que el neoliberalismo estuviera destruyendo marabuntamente todo lo colectivo y cuestionaba nuestra inercia, pero igual hay que pronunciarse desde la escena y no desde la tribuna política. Yo creo que se hubiera pronunciado hoy por esta bolonización y arizamiento del país, ya hubiéramos fumigado todas las cortinas de humo.
Nosotros no veíamos a Hugo como un crítico más, era parte de nosotros. Era como un eje, una brújula que nos hacía ver más allá de lo evidente. Eso nos permitía avanzar y no estancarnos. Con él teníamos una visión amplia que caracterizaba a una época : " la muestra de puquio fué la de los zancos, la de Andahuaylas de las máscaras y la del cusco fue de las zonas oscuras ". Esto último lo dijo al ver el trabajo de pipo Ormeño sobre Arguedas.
Su lapicero se convertía en bisturí y realizaba autopsias sobre el fenómeno teatral, pero también cogía una linterna y nos alumbraba el camino: " ¿qué nos aconsejas, Huguito ? " - " el mejor consejo es no aconsejar”. Siempre estaba con el oído puesto en el corazón del teatro del interior del país oculto y lejano, donde no llega la crítica tradicional y palaciega: " ese tomaylla ha actuado mal, pero no es un mal actor; ha tenido un mal director ". " la obra de ese dramaturgo no fue acertada, pero esperemos la próxima que puede ser diferente”.
Finalmente, Salazar, más se ocupaba de descubrir, analizar y escudriñar antes, antes que convertirse en juez. Nunca fue un crítico pretencioso ni alegaba que lo que decía era definitivo. Todo lo procesaba dialécticamente y no le interesaba que la obra vista respondiera a su orientación ideológica.
Pero creo que se equivocó cuando decía que en el Perú hay grupos históricos. Y si existen porqué no cumplen su rol de colocarse a la vanguardia de las reivindicaciones del movimiento teatral. Eso de repente nunca lo sabremos. Pero más, muchas más eran las cosas que nos acercaban que las que nos separaban del gran amigo y crítico de teatro: Hugo Salazar del Alcázar.
En un intento de síntesis, a mi manera, veo los aportes desde la tribuna de la crítica, de Hugo Salazar al teatro peruano :
- critico creador, imaginativo, intransigente frente a la
mediocridad ; antes que juez era un amigo y nos trataba
bien a todos.
- subjetivo y apasionado, no se puede concebir una crítica objetiva ; conocía todo el proceso productivo teatral, los principios de Goethe sobre la crítica de arte y accionaba totalmente ajeno de prejuicios.
- su trabajo de seguimiento al movimiento de teatro en general, nos preparaba para enfrentarnos a la vida y al fu turo del teatro en el Perú. Si bien acompañó al movimiento de teatro dependiente y al ciclo de la muestra de teatro peruano, daba atención a diversos tipos de teatro, lo importante para Salazar era alumbrar un teatro memoria que nos enseñe y sobre todo que tenga el rigor de toda obra de arte y dar a conocer las reglas de un buen espectáculo.
- desde la radio, el periodismo escrito y desde la tribuna de
los eventos del teatro peruano, no sólo señaló imperfecciones, sino se convirtió en eje y brújula, no sólo para nuestro teatro peruano, sino para cualquier producción escénica y útil para toda nación que cultive una de las instituciones más antiguas de la humanidad : el teatro.
Hace 10 años se fue para quedarse en nosotros y estoy seguro que juntos asistiremos al nacimiento de una nación.
Miercoles 18 de noviembre del 2009 - alianza francesa de miraflores - forum panel sobre la vida y obra de hugo salazar del alcazar.
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